domingo, 18 de mayo de 2014

Caída y auge de Iquique durante la fiebre del salitre

Cerca del final de la década de 1860 el salitre de Tarapacá cobraba una extraordinaria demanda en Europa. Sus propiedades como fertilizante y su utilidad para la fabricación de pólvora hacían que su cotización creciese. Iquique, como puerto natural de la zona, cobra un protagonismo extraordinario en esta gesta del salitre, no solo recupera su prestancia de antaño en la época colonial, sino que se convierte en el punto de convergencia de hombres procedentes de todo el mundo que vienen atraídos por .la fiebre del salitre.

La población empieza a crecer a medida que se activa la actividad económica, pese a que el puerto carece de agua y vegetación. La tripulación de los buques fondeados en la bahía a veces por meses, exigía un pronto suministro de víveres, agua y alojamiento, escasos en el área. Iquique no estaba preparado para albergar una población que iba en aumento. Hacia 1854, cuando Iquique aún era solo una poblacho de chozas, su población era de 5 000 personas.

Iquique no solo servía para la exportación del salitre, por él pasaban las mercaderías que se importaban para la vida en la ciudad. Iquique se convertía en un importante centro económico, como un milagro forjado a pulso por los duros mineros rompedores del salitre, que no se detenían ante ningún obstáculo para amasar fortunas. Más de cincuenta oficinas salitreras exportaban salitre, aun cuando se carecía de todo tipo de abastecimiento, el más importante de todos, el agua. Los alimentos y forraje para las bestias de carga, así como frutas y hortalizas, llegaban de Chile, o eran transportados de Pisco, Tambo de Mora, Arequipa y Tacna, vía Arica. El agua venía desde Arica en buques como el «Marañón», de propiedad de John Thomas North.

Inicialmente, en tiempo de lluvias y avenidas, se tomaba agua de la Quebrada de Pisagua Pero su total escasez el resto del año por la falta de lluvias entre Iquique y las salitreras de la Noria, aguzó el ingenio para buscar agua en el subsuelo. Se empezaron a construir pozos de tres y hasta cien metros de profundidad para encontrar agua que provenía de la Cordillera, muchas veces salobre y no buena para beber y menos para elaborar salitre.

La insalubridad era también un problema. La peste golpeó el puerto en la década de 1850. En 1854 murieron cien personas. El fuerte calor durante todo el año, la falta de agua y los excrementos de cientos de mulas que acarreaban salitre, insumos y mercaderías del puerto a las oficinas salitreras y viceversa, bestias que seguían caminando pese a su cuerpo ulcerado, pasto de moscas.

El incremento poblacional de Iquique motivado por la riqueza salitrera, demandaba infraestructura para albergarla. Pero no fue el Estado sino los hombres que buscaban la riqueza, quienes empezaron financiar las obras de infraestructura urbana.

Iquique, para 1861 no tenía aún muelle, pese a que era puerto mayor desde el 26 de junio de 1855. La intensificación del tráfico exigía un muelle, pues las mercaderías y las personas sufrían muchas dificultades para lograr su embarque o desembarque. El transporte era a lomos de mulas. No había alumbrado público. El mobiliario urbano era mínimo. Las casas eran de paredes de madera de pino, caoba o cedro empapelado o pintadas por dentro. Las casas más modestas eran de caña de Guayaquil, sus veredas no eran de piedra o ladrillo sino de pino y las pistas de conchuela. La higiene era escasa.

Pese a todo, la vida, a medida que el negocio del salitre prosperaba, se iba refinando. Para 1860 Iquique tenía su propio periódico, Mercurio de Tarapacá. Igualmente, la vida en el puerto se elitizaba, como se apreciaba en la calidad de mercaderías para vestir que se importaban, y el porcentaje de compras de alimentos en el extranjero. Conforme crecía la actividad salitrera en Iquique, el sostenimiento de la vida humana se volvía cada vez más artificial. Se traía de fuera todo lo que se consumía, incluida el agua. Esta circunstancia hacía que las subsistencias fueran muy caras. Los empleados públicos, empezando por el prefecto que ganaba 2 880 soles anuales, no podían sostenerse con su salario.

El 13 de agosto de 1868, la región fue sacudida por un terremoto que destruyó el puerto y minutos después el mar avanzó cien metros para tragarse todo lo que encontraba a su paso, incluidas trescientas personas.

Cuando aún se vivían los estragos del sismo, el 1 de diciembre de 1868 se creaba la provincia de Tarapacá, con el puerto de Iquique, centro marítimo de exportación del nitrato, como capital.

Las enormes perspectivas económicas de la región hicieron que la recuperación de las instalaciones se llevaran a cabo con prontitud, sobre todo cuando el precio del salitre se elevó de 10 a 15 chelines. El puerto se reconstruyó rápidamente y la población recobró su vitalidad. Iquique experimentó a partir de 1870 un gran desarrollo en su infraestructura física para agilizar la exportación del salitre, el guano, la plata y el resto de recursos de Tarapacá, y para albergar una población que llegaba a las 10 000 almas. Este gran auge se vio nuevamente interrumpido por el terremoto del 9 de mayo de 1877, al que también siguió un maremoto. Los estragos que sufrió Iquique no llegaban a restañarse cuando un nuevo evento interrumpió la vida del puerto: la guerra que Chile declaró al Perú el 5 de abril de 1879. El puerto fue inmediatamente bloqueado por naves chilenas, y este largo asedio duró hasta que Perú perdió la guerra. Por el tratado de paz de Ancón de 1883, Perú cedió Tarapacá y así el puerto de Iquique dejó de ser peruano.

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