también llamadas "Olimpíadas especiales", nueve participantes, todos con
deficiencia mental, se alinearon para la salida de la carrera de los cien
metros planos.
A la señal, todos partieron, no exactamente disparados, pero con deseos de dar
lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar el premio.
Todos, excepto un muchacho, que tropezó en el piso, cayó y rodando comenzó a
llorar...
atrás. Vieron al muchacho en el suelo, se detuvieron y regresaron... ¡Todos!
Una de las muchachas, con síndrome de Down, se arrodilló, le dio un beso y le
dijo: "Listo, ahora vas a ganar". Y todos, los nueve competidores entrelazaron
los brazos y caminaron juntos hasta la línea de llegada.
El estadio entero se puso de pie y en ese momento no había un solo par de ojos
secos. Los aplausos duraron largos minutos, las personas que estaban allí aquél
día, repiten y repiten esa historia hasta hoy.
¿Por qué? Porque en el fondo, todos sabemos que lo que importa en esta vida,
más que ganar, es ayudar a los demás para vencer, aunque ello signifique
disminuir el paso y cambiar el rumbo.
Porque el verdadero sentido de esta vida es que Todos Juntos Ganemos, no cada
uno de nosotros en forma individual.
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